Ya que pude absorber todo el contexto Balines en mi primer semana, la segunda semana tuve la oportunidad de observar, pero hacia dentro. Pude separar uno por uno mis miedos y mis fortalezas. Ver las cosas que quiero y las que no.
Pude ver donde tengo mucho por trabajar mental y espiritualmente. Sentí que mi cuerpo me hablaba y me decía que necesitaba estirarse. Regresé a hacer yoga todos los días aunque fuera un ratito.
No me gusta decirlo porque suena raro pero estoy haciendo de mi nueva casa, mi casa. Estableciendo hábitos diarios para mantenerme tranquila.
Acostumbrarse a vivir en una casa en la que solo vas a vivir un mes para moverte a otra es complicado. Es como encariñarte con un cachorrito que sabes que tienes que dar en adopción. Pero yo ‘carpe diem’. Hoy esa es mi casa y es ahí donde me quedan dos semanas más.
Poco a poco he perdido el miedo a interactuar, a dejar a la gente nueva entrar. Estoy en una especie de ‘en medio’ donde por trabajo no puedo establecer relaciones con los voluntarios y a la vez las personas que trabajan como staff llevan mucho tiempo aquí y tienen su rutina, su vida y su forma de ser.
La primera semana todo esto me pesó mucho. Me siento muy sola, muy seguido. Pero a esto es a lo que me apunté y no hay de otra más que sacarle provecho. Hay una diferencia grande entre estar sola y sentirse sola, la estoy buscando.
He aprendido a sacar el lado bueno de la situación. A aprovechar pláticas fugaces con quien quiera acercarse y sobre todo a regalar sonrisas. Me comprometí a sonreír a todas y cada una de las personas, plantas y animales que vea en esta isla. Ese es el mensaje que quiero dejar.
Con cada día que pasa entiendo tanto y a la vez me pregunto mucho más. Me cuesta entender a esta civilización y su ‘modus operandi’ pero a la vez lo aplaudo y lo respeto. Viven tranquilos, se mantienen anclados a la tierra y no necesitan mucho. Se ríen mucho, son amables y serviciales.
He tenido la bendición de tener a dos personas muy cerca de mí que me han hecho sentir mejor sin saberlo, cuando más bajo he volado.
Ellas son mis compañeras de trabajo y casa y si la gente fuera más como ellas, el mundo tendría un chingo más de alegría. Se preocupan por mí, me sobrealimentan y se mantienen cerca aunque a veces la barrera del lenguaje sea grande. Encontramos nuestra propia forma de reír y de comunicarnos.
Todo es un libro que esta por escribirse; no se ha escrito hasta ahorita cuál es mi siguiente paso y por más que me pone muy nerviosa, preocuparme no soluciona nada. Quiero pensar que el universo se irá alineando conforme me toque vivir. Que a donde sea que vaya pueda encontrar a gente tan valiosa como estas niñas. Que yo sea capaz de seguir sonriendo hasta en los días más difíciles. Y que este donde este lleve conmigo el apoyo de tantas personas que me están acompañando en este viaje.
Son solo dos semanas aquí pero les juro que se siente como una vida de aprendizaje y reflexión. Estoy infinitamente agradecida de la fortuna de estar escribiendo esto desde Bali en este preciso momento.
Contemos nuestras bendiciones por más que parezcan pocas. Tenemos todo lo que necesitamos para ser felices, porque nos tenemos a nosotros mismos y con eso basta.