Sin aire

¿Les ha pasado en algún momento que sienten que no pueden respirar? ¿Que les falta aire y el corazón se empieza a acelerar? Bueno resulta que cuando tienes un bebé creciendo dentro  de ti, es una de las características a las que más te tienes que acostumbrar. De alguna forma extraña respiro menos para que tu algún día respires más. Y no es un sacrificio, es un placer ser la casa y fábrica de una bebé que ya me urge conocer.

Pero fuera del embarazo, muchos otros sabemos lo que es perder ese aire, sentir como no podemos controlar nuestra respiración.

Imaginen ahora lo qué sintió Mara Fernanda Castilla cuando un hombre decidió que tenía el poder suficiente sobre su cuerpo y sobre su mundo, para decidir cuando le iba a faltar el aire a ella.

Le toma al cerebro decidir 7 segundos antes de avisarnos que ya tomó una decisión. Nos toma entonces alrededor de siete segundos saber distinguir por naturaleza y moral social lo que esta bien de lo que esta mal.

Siete segundos es lo que le toma a nuestro inconsciente conectar una idea al consciente y ponerla del lado de la balanza de la palomita, o del lado del tache.

Un hombre, el 8 de septiembre, decidió al terminar esos siete segundos que valdría la pena, en el momento, decidir ser la peor versión de sí mismo. La decisión que iba a cambiar su vida para siempre; la decisión que iba a terminar con la vida de alguien más, y que iba a afectar a miles de personas las cuales, seguramente, no le pasaron por la cabeza.

Como por ejemplo su propia pareja, sus papás y su familia, él tenía todo eso y más al momento de tomar esa decisión. Todos venimos de un lugar y de un par de seres humanos que nos crearon, ese hombre incluido.

Tanto Mara, como el chofer, en algún momento de sus vidas tuvieron una familia, una mamá, alguien que los amo con todo su corazón. Y aún así en 20 segundos decidió que los años de su vida y lo que sea que hubiese logrado hasta ese punto no era tan importante como lo que estaba apunto de hacer.

Sin embargo este hombre cuyo nombre no quiero recordar, ni mencionar, ni guardar en mi memoria, decidió en pocos segundos que valía la pena el ‘placer’ o el ‘impulso’ del momento a cambio de toda su dignidad humana.

Todos hemos crecido cerca de mujeres, y yo soy fiel creyente de que como hombre, lo que le haces a una mujer se lo haces a todas. Si, cuando un hombre viola, esta violando también la imagen de las mujeres que lo criaron, acompañaron o causaron cualquier impacto positivo en su vida.

¿Y Mara? No hubo error en sus acciones, no hubo faltas, fue una víctima en todo el sentido de la palabra. Mara pude haber sido yo hace dos años o ayer, o cualquiera de mis amigas en una noche de fiesta.

He escuchado en muchos lados, su único error fue ser mujer. Pues tampoco ese fue un error,; ser mujer en México y en donde sea es una bendición. Somos las portadoras de vida, el mundo simplemente no es, sin nosotras.

Hoy más que cualquier otro día de mis 28 años de vida, lo que le pasó a Mara y que nos pasó por consiguiente a todas, me ha dejado conmovida. Conmovida y encabronada.

Pero sobre todo vulnerable. Porque estoy cerca de recibir a una mujer más en el mundo, en mi país, en México, y me pregunto muchas cosas sobre cómo protegerla y educarla, sintiéndome extremadamente orgullosa y frágil por traer a una mujer más al mundo. El mundo necesita más mujeres.

Pero claro que me preocupa el mundo que le va a tocar. La constante paranoia colectiva, que yo vivo también, de estarme cuidando las espaldas, de portarme a la defensiva cuando alguien es demasiado amable, de no poder confiar en un taxista o un chofer de Uber y no por ser un hombre sino porque la calidad moral la puede perder cualquier hombre por 10 minutos de placer en un motel de paso como lo hizó él.

Puedo imaginármelo estacionado viendo hacia el asiento de atrás sin darse cuenta de lo frágil y valiosa que es una vida humana tanto la suya como de la niña que dormía en la parte de atrás de su coche y que nunca regresó a su casa, la cual ya estaba justo ahí fuera,  a 10 pasos.

Me pregunto ¿qué mundo le puedo heredar a la siguiente generación y a mi propia sangre?¿Qué tipo de país tan increíble y hermoso, estresante y peligroso le estoy dejando a mi hija?¿Qué mamá va a tener? ¿Una que viva con miedo? ¿Una que no viva? ¿Qué hija quiero que sea y que ejemplo quiero ser?

Estoy harta de sentir una presión sobre mis hombros que hombres sin huevos no se atrevieron a poner sobre los suyos en 7 segundos al momento de decidir. Estoy harta de que ser mujer sea una causa y no un género. Estoy harta de ser juzgada por la ropa que uso o por mi forma de hablar. Estoy harta de que cosas como estas me quiten el sueño. Estoy harta de mirar a todos lados cada vez que me subo al coche. Estoy harta de recordar que dos hombres entraron a mi casa hace unos meses y no solo robaron cosas materiales, sino que robaron nuestra privacidad e intimidad. Estoy harta de que seamos nosotras las que tengamos que resolver un conflicto en el que no tuvimos nada que ver para empezar.

Me rehuso a imaginarme un futuro donde mi hija crea que es su culpa por ser mujer, o por ser mexicana, o por querer vivir.

Hoy respiro menos para que tu algún día respires más. Lo que hagamos hoy todas juntas por nuestro género y por nuestro futuro y el de nuestro país, es para que nuestras hijas puedan respirar en paz, sin que nada ni nadie les robe el aire.

Me uno al dolor, al coraje, a la impotencia y al amor que provoca la la pérdida de Mara y de todas las mujeres que han sido víctimas de la violencia en México. Hoy todas, somos una.

Quiero creer que hay más gente buena que mala, y que cualquier hombre, mujer, taxista o chofer, tiene todo, TODO, para mirar al asiento de atrás y tener empatía, y que al ver a otro ser humano vulnerable, tenga los huevos de alejarse y tomar, en siete segundos, una decisión que eleve su dignidad humana y no que la destruya.

Quiero respirar libre y en paz; me lo merezco, todas nos lo merecemos.

5 meses y contando. La no tan breve historia de cómo me di cuenta que mi casa no esta donde yo pensaba.

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Cuando empecé este viaje mi mamá me mando un mensaje que decía “Home is wherever you go”. Hoy, a cinco meses de haber vivido en cinco diferentes países en Asia, lo tengo más cerca del corazón que nunca.

Hace unos días mi mente esta lista. ‘De regreso a mi hermoso, limpio y ordenado Singapur’ pensé. Pero casi inmediatamente siento un vacío dentro, un vacío entre el estómago y el corazón, como si alguien me acabará de sacar algo. ¿Qué significa esto? ¿Le hago caso? ¿Escucho a ese algo que me esta diciendo que me detenga o sigo?

Si de algo estoy segura, después de estos meses de viaje, es que no quiero que esto termine nunca. Me he desatado por completo de la vida a la que tan acostumbrada estaba y me he amoldado poco a poco a una vida cambiante, en movimiento y llena de sorpresas. Cuando crees que este es el camino, llega la vida y te recuerda (con felicidad o a madrazos) que este es solo el principio, que las lecciones son cada vez más grandes y más profundas y que nunca des nada por hecho.

Cuando siento este vacío, mi cerebro preconcebido para sobre analizar situaciones, se pone a hacer una lista de las razones por las que me siento de repente tan apegada a un lugar. No me pasó antes con Sri Lanka (¡y eso que Sri Lanka es MI Sri Lanka!). No pasó así ni siquiera cuando dejé México o cuando dejé atrás, sin boleto de regreso, todo el amor que había recibido estos 26 años. Me pasó aquí; en este rincón del planeta, sucio, descuidado, atascado, caótico y hermoso que es India. Parece que India me robó el corazón.

Cinco meses no son nada para la cantidad y calidad de aprendizaje que el mundo esta dispuesto a ofrecernos. Tanto sentido, tanta dirección, tantas nuevas preguntas. Estoy a años luz de las preguntas que me hacía en México, estoy a años luz de esa versión de mí.

Soy yo, yo sin presiones sociales y familiares, sin expectativas siendo arrojadas en mi dirección con toda clase de sugerencias de como ser la Clau que todos quieren que sea;  soy yo sin permitir ser definida o armada por alguien más. Soy yo, sin quinielas de otros dándome una fecha límite para encontrar la grandeza del amor que hay dentro de mí. Soy yo, la que los perdona una y otra vez con el corazón en la mano porque no han visto lo que yo he sido tan afortunada de ver aquí.

Soy yo, en las calles y en las conexiones entre aeropuertos, en las regaderas más higiénicas y las que tienen piso de piedra, entre un tumulto de vacas cruzando un puente en el río Ganges y parada en la zona comercial en el centro de Singapur esperando la luz verde para cruzar la calle; soy yo, en los ojos de ese bebé que me pidieron que cargara en la calle para tomarnos una foto y en esas miradas apáticas de los señores asiáticos que me juzgan por subir los pies al asiento del camión; soy yo en mi país de budistas y en las selvas de Bali; soy yo en todas esas increíbles personas que me han dejado lecciones de por vida, y sobre todo, soy yo, esa a la que veo diario, con tanto amor, frente al espejo. Soy yo sin querer ser más ni ser menos de lo que soy. Por fin, ésta, soy yo.

Siento que el hoyo se empieza a agrandar en mi estómago y sube por la tráquea hasta instalarse en la garganta; siento este tan familiar nudo seguido por un ataque de pánico (de los que no me daban desde Bali) solo que esta vez no lo siento por estar en un lugar, sino por dejarlo. Estoy sentada en el aeropuerto de una pequeña ciudad y siento como mi corazón late afuera de mi cuerpo, afuera de estas paredes, afuera en los Himalayas, lejos de mí. Me subo al avión, y me digo una y otra vez, respira, todo esta bien.

Ahora me tengo a mí, y ésa, es la relación más importante de mi vida. Por la cual me subí a un avión el 9 de febrero de este año y por la cual me sigo subiendo a aviones que a veces me llevan a ciegas sin una dirección clara pero me llevan completa y abierta a la siguiente parada hacia encontrarme. Esperando, en secreto, que la siguiente parada sea en la que me quiera quedar. Para ver si aquí o allá encuentro por fin un lugar al que pueda llamarle casa.

Cierro los ojos, veo mis dos meses en India, veo lo perfectos que son, lo infinita que fui y que soy. Veo lo que hay atrás, en el lugar que, con el dolor de mi alma, acabo de dejar. Veo que ya se, que hoy se, que ahí es donde debo de estar. Veo que a veces vale la pena regresar. Que a veces esta bien no soltar sino agarrar; que a veces las respuestas vienen por partes y las preguntas se hacen en el mismo lugar. Aprieto los ojos llenos de lágrimas y siento como, en el fondo, todo ya esta escrito, todo esta ahí. Ya estoy yo también ahí, ya volví a mi casa, en la India, en México, en Singapur, en Asia; siempre estuve ahí, mi casa siempre estuvo ahí, donde estaba yo. Puedo empezar o regresar a donde sea, porque en realidad, de ningún lugar me fui.

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Vacas sagradas, el tercer ojo, lentejas, el Ganges; yoga, gurus y espiritualidad. Mi primera semana en la increíble India.

IMG_3252Hoy, hace una semana estaba despidiéndome de Singapur en un café en una calle árabe, disfrutando de la tranquilidad, en una banqueta limpia y comiendo una tarta de nutella excesivamente cara, viendo las miles de luces de los altos edificios y respirando la tan familiar humedad del pequeño país. Hoy escribo esto desde un piso de azulejos con colchones de colores y una mesita baja de madera vieja, en un café que tiene arcos abiertos con vista al río azul turquesa y a un puente donde cruzan los domingos todos los locales que vienen a visitar esta ciudad sagrada. Estoy, esta vez, tomando una malteada de chocolate por la que tuve que esperar una hora porque el hielo del único mercado que hay cerca se acabó. Vuelan decenas de moscas a mi alrededor y escucho a lo lejos los gritos y risas de las personas bañándose con ropa en el río. Me tomo un momento para absorberlo todo, todo mi entorno, todas las caras, todos los olores y los sabores, el caluroso y seco clima, la energía que se respira, y veo hacia las montañas mientras dejo cada partícula de aire salir de mis pulmones. Sonrío. Si hay algo cercano a la completa dicha, Rishikesh, mi casa por el siguiente mes, es el lugar para encontrarla.

Estoy al norte de la India muy cerca de la frontera con Nepal. El estado se llama Uttakharand y este pequeño paraíso de montañas es su centro espiritual. Donde encuentras gurus caminando por las calles con turbantes y un tercer ojo pintado en el centro de sus cejas. Donde hay más vacas que perros y son libres y alimentadas por los locales. Donde por cada cuadra hay 5 estudios de yoga y dos templos. Donde las calles siempre están inundadas pero no es temporada de lluvias, donde venden los mantos de Ganesh más coloridos que jamás he visto; donde hay un viejito que te cobra por ponerte decoraciones brillantes en donde va el tercer ojo. Donde hay tantas personas en busca de conectarse con algo superior a sus cuerpos y a sus mentes. Donde se respira una gruesa neblina de historia, amor y profundidad.

Llegué a Rishikesh después de 5 horas de un camino nocturno, agitado y largo. Una llanta ponchada, una perdida en las montañas y muchas paradas técnicas del chofer, llegamos a nuestra casa por el próximo mes, a las 5 de la mañana.

¿Saben lo que pasa cuando no esperas nada de algo nuevo? Pasa todo. Llegué aquí sin una sola expectativa de lo que me esperaba y he encontrado no sólo sorpresas, sino magia. Estoy en una escuela con personas increíbles que están aquí para ser maestros de yoga, pero también están aquí porque están buscando su lugar en el mundo, porque saben que es importante ir hacia adentro antes de entregarse a los demás. También he tenido la bendición de tener a los maestros que nos guiarán el siguiente mes que son personas entregadas, puras, divertidas y sobre todo que aman enseñar; cada maestro está listo para marcar nuestras vidas y darnos la mano en este nuevo camino. Todos, alumnos y maestros, están, como yo, en esta intensa y profunda búsqueda de ser una herramienta para hacer el universo un mejor lugar. Hacemos yoga, respiramos, meditamos, aprendemos y así, nuevos y expertos, mejoramos al mundo, una respiración a la vez.

Hay tanto que absorber en el aire y en los salones, que cada pedazo nuevo de información se acumula en un estante mental lleno de ideas, mantras, clases e historias. Todos los días empiezo el día con una clase de yoga que me hace despertar al mismo tiempo que me relaja y regenera mi cuerpo y mi mente. Luego siguen una serie de clases donde aprendemos sobre filosofía, mantras, pranayama (respiración), terapia de yoga, anatomía y por la tarde, las intensas clases de Vinyasa o como yo le digo: Yogi Boot Camp. Comemos tres deliciosas veces al día la comida más rica y con más sabor que jamás he probado y nos conocemos; platicamos, salimos a caminar, tomamos té de jengibre o jugos verdes ayurvédicos y compartimos lo que somos y sobre todo lo que queremos ser. Me he nutrido de las vidas y las historias de otras personas, su forma tan peculiar de ver al mundo , su forma de amar, de sentir pasión por el yoga y por quienes son, las lecciones que me dan con solo platicarme sus miedos y sus más profundos deseos. Y al mismo tiempo siento como yo me entrego completamente al momento. No digo que no a nada y aprovecho cada segundo para hacer a otros sonreír o ayudarles a encontrar, a través de mis palabras, propósito. Me siento cómoda, relajada y alegre, me siento exactamente como la persona que quiero ser.

Me siento cerca, muy cerca de mí, de esa yo que tanto estoy buscando a donde voy.

Sólo ha sido una semana en este lugar bendito y hay tanto más del otro lado que este es solo el principio de un gran y largo camino hacia adentro. Esta primera semana tuve la oportunidad de ver que somos tan capaces de expandirnos y amar y ser quienes queramos ser, como queramos. No hay límites, no hay estereotipos, no hay juicios, solo hay un grupo de humanos que cometemos errores, que estamos aprendiendo y que nos caemos y nos volvemos a levantar. Que soñamos con el día en que podamos convertirnos en un equipo y mejorar al planeta. Que estamos en busca de algo y que las personas que conocemos en el viaje de la vida, son pequeñas claves fundamentales que nos guían en el camino.

Y sobre todo aprendí que la respuesta siempre estuvo adentro. Que ahí sigue y ahí se va a quedar, que nosotros somos la puerta pero también somos la llave para abrirla. Y que todo, absolutamente todo, al final, es amor.

Gracias India ❤

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Les comparto algo que llegó a mi, estando aquí, dudando todo, para recordarme que vamos bien y vamos hacia adelante.

“If you could go into a meditation room close up your ears , sit down, center, go in, in, in, in,  keep going back in; don’t linger to smell the pretty sunflower, don’t linger to hold on to the ecstasy of bliss, keep going in behind the senses, behind your thoughts, and if you can go back far enough you will see everything you’ve identified with ‘Him’. You will see your own personality, your own body, your own life drama, it’s very awesome. The point is we have gone out and out and we have sought and found much, but it hasn’t been enough! Now by merely turning the process inward you go in and in and in, until you come to the place where Gurus sit.

La no tan resumida historia de la mexicana que se prepara para su siguiente parada.

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Estoy de regreso en el lugar donde esta segunda parte del viaje empezó. De alguna forma me hace sentir especial venir en mi última noche en Singapur al lugar donde pasé la primera. Este edificio en la esquina de una calle que se llama Arab St. en el centro de la ciudad. El lugar donde decidí que éste era el país donde quería estar. Llevo 38 días en Singapur (con una pequeña y hermosa interrupción Sinhala) y cada vez que me subo al camión de día o noche y veo esta ciudad, me vuelve a enamorar. Esta ciudad tan adelantada, tan global, tan única y tan bien planeada. Me siento en movimiento en Singapur, en cada paso y también cuando me detengo; Singapur es movimiento.

No hay palabras para describir la fortuna que tengo de haber encontrado a las personas que me tocó conocer en Singapur. Encontré personas profundas, inteligentes, fuertes, generosas y amables que me abrieron las puertas de su casa y de su vida. Recibí apoyo, consejos, pláticas, paseos, felicidad y amor a través de un grupo de mexicanos que sin saber mi nombre ya estaba estirando la mano para ayudarme.

Singapur ha sido tan especial hasta en el mínimo detalle. Cada momento, rayo de sol, camino, y persona han sido lustros y lustros de sentido y de inspiración. Singapur se volvió, en un mes, mi safe zone y mi happy place.

Pero mi mente y mi cuerpo siguen en movimiento. Hay algo dentro de mí que me dicta los pasos que siguen y que, sin tener tiempo o espacio de racionalización, toma decisiones por mi. Me dice que hay que seguir, que aún no es momento de detenerme. Que hay algo más, allá afuera.

Bali fue un mes muy difícil para mí. Me encontré sola y perdida y tuve que ver pasar muchas tormentas para poder ir encontrando claridad. Pero fue en Bali, hace dos meses, que llegó a mi una oportunidad que hasta la fecha me ha mantenido enfocada e inspirada. Ir a la India, al lugar donde, para mí, todo empezó.

Ahora que Singapur me ha dado perspectiva y practicidad me voy a India a ponerme a prueba. Una prueba física, mental y espiritual donde durante un mes voy a llevarme a los límites que ni yo conozco que tengo. 32 días completos para ir hacia adentro y acomodar todo lo que todavía esta desarmado. Tomar las imperfectas piezas de mi vida y abrazarlas con todas las fuerzas que tengo.

Me voy a una escuela a estudiar sobre yoga y meditación y a ponerme una serie de retos; superar algunos miedos y sobre todo de encontrar adentro, lo que no he podido obtener de afuera. A conectarme conmigo y así, con los demás.

Hoy les puedo decir que este paso es, sin duda alguna, el paso más difícil que he dado en mi vida.

Nunca me había sentido tan nerviosa, tan vulnerable, tan indefensa  y sin tener una puta idea de lo que va a pasar. Pero al mismo tiempo nunca me había sentido tan motivada, tan lista, tan conectada y tan inspirada a hacer este viajesote. Ahora sé que todo está y siempre estará donde tiene que estar. 26 años me llevaron a este preciso momento. A estas palabras.

Por algún motivo siempre he sabido que tengo que ir a India, como si antes ya hubiera estado ahí y tengo que regresar. Cierro los ojos y lo veo como si ya hubiera caminado esas calles, como si fuera parte de mi camino, mucho antes de que naciera.

La idea de ir a un país tan lastimado y al mismo tiempo donde nació todo en lo que creo, hace que me sienta parte de él, que sienta que los dos estamos rotos en los mismos lugares;  que los dos unimos nuestras cicatrices y seguimos avanzando. India, por más peligroso, grande, pobre y lastimado que esté, es y siempre ha sido, mi sueño; y hoy, después de 26 años todos los caminos que he tomado por fin me llevan ahí. 

Tengo mucho miedo, pero tengo más ganas.

Que venga lo que venga, que pase lo que pase, que aprenda lo que aprenda, que sea lo que sea, estoy lista; quiero dar mi primer gran paso. Que esta es mi meta y mi recompensa y mi momento y mi lección más grande; que aquí es donde culmina todo lo que he construido y destruido en el camino. 

Acompañenme en esta nueva aventurota.

India, allá vamos.

Valiente.

El transgénero, lo que más me preocupa hoy y estar destinado a ser.

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Acabo de terminar de ver la entrevista de Bruce Jenner con ABC. Para todos los que no sepan de qué se trata esto, Bruce Jenner es un famoso medallista olímpico y atleta/héroe estadounidense que se casó y recientemente divorció de Kris Jenner la mamá de las Kardashian. Ya sé que muchos son o dicen ser escépticos con el tema de la reality T.V. pero sigan conmigo, este tema tiene un trasfondo mucho más profundo de lo que imaginan.

Bruce Jenner acaba de ser parte de un momento histórico, no solo en el mundo del entretenimiento sino en el cultural y social también. Después de meses y meses de rumores de que Jenner estaba cambiando de género, la verdad salió a la luz y él, personalmente en una entrevista con Diane Sawyer, lo confirmó. Jenner ha batallado desde que era un niño y a lo largo de su vida con ese sentimiento de que su alma y su cerebro son mujer.

Cuando escuchamos este tipo de noticias es difícil encontrarles el sentido o coherencia al instante. Son cosas que no entendemos porque no las vivimos en carne propia y a demás de todo son un tabú social.

Conforme pasaba la entrevista yo pasé por varias emociones y procesos mentales. Primero busqué entender su punto, no juzgar, poner atención y hacer una especie de balanza entre lo que yo pienso y lo que él piensa.  A pesar de seguir esta entrevista con un apoyo enorme por una persona tan valiente, muchos comentarios para mí no son fáciles de digerir. El transgénero es un tema muy presente en la actualidad y vienen cosas mucho más solidas y fuertes en el camino. Quiero que quede muy claro que yo apoyo incondicionalmente a todas y cada una de estas personas. No por lo que piensan y dicen o por cómo se ven o quieren ver, sino por dos razones muy sencillas; una, ¿quién chingados soy yo para juzgar a quien sea? y dos, apoyo a cualquier ser humano en busca de su felicidad, sea la que sea. Yo estoy en esa búsqueda personal de la felicidad y no sólo aplaudo a quienes la buscan, aplaudo a quienes luchan por ella aún contra la corriente. Somos el futuro, todos y todas.

Cuando terminó la entrevista no pude evitar sentirme profundamente conmovida y tocada por esta historia y este hombre al que yo veía como una prop en el reality show de Keeping up with the Kardashians. Este hombre, todos estos años, vivió una batalla enorme él solito y hasta ahora juntó el valor de dar un paso hacia adelante no solo para él, sino para todos nosotros. Esto, aunque sea algo nuevo y no lo entendamos, es un regalotote que él le acaba de dar a la humanidad. Está ahí para quien quiera tomarlo.

Si tuviera que escoger una palabra para este momento y para cualquier otro momento en que personas de todo el mundo, no solo han aceptado la naturaleza de lo que son, sino que han salido y lo han gritado al mundo, eso para mí, es valentía en su más puro estado.

Vivimos en épocas tan modernas y tan supuestamente “evolucionadas” donde en lugar de poder ser libremente quienes somos, tenemos miedo a ser juzgados 140 caracteres por minuto. Creemos que somos muy abiertos pero señalamos con el dedo al instante al no reconocer algo diferente de nosotros. Juzgamos un chingo, a nosotros mismos y a los demás.

En la época donde las mujeres quieren dejar de etiquetar, medir y censurar su cuerpo, hay hombres creyendo que pueden decidir qué cuerpo vale la pena ver y cuál no.

En la época donde supuestamente dejamos atrás el racismo, hay oficiales apuntando su pistola a más personas por su color de piel, que por sus delitos.

En la época donde con una aplicación podemos estar del otro lado del mundo y hablar con nuestros seres queridos diario, hay papás que corren a sus hijos de casa por ser homosexuales.

En la época donde la espiritualidad es una ola que va creciendo y uniéndonos, hay religiones que creen tener el poder de decidir quien entra o no entra y quien vive o quien no vive. 

Eso es lo que más me preocupa, la intolerancia.

Hoy, sabiendo todo lo que está pasando en el mundo, el terremoto en Nepal o la guerra en Syria; las mujeres en India o la corrupción en México; hoy escojo hablar del transgénero porque estas son las cosas que construyen a una sociedad desde abajo y determinan cómo vivimos y cómo funcionamos entre nosotros.

Conozco a muchas personas que, probablemente, están juzgando en este momento mis palabras, mis ideas y naturalmente todo el concepto de transgénero. Y no, no los quiero convencer de nada, ese no es mi papel ni el de nadie. Si algo he aprendido es que somos responsables de lo que pensemos y sintamos dentro de nosotros. Querer cambiar a alguien más es una pérdida de tiempo. Pero si quiero explicarles la importancia de abrir nuestras mentes. De empatizar con los demás aunque no los entendamos. De respetar a alguien por el simple hecho de que no nos corresponde no hacerlo. De dejar de etiquetarnos por país, por color, por ideología, por talla, por religión y/o por género.

Si pudiéramos entender lo hermosos que somos todos cuando estamos plenamente siendo quienes estamos destinados a ser, solo así entenderíamos que todos somos iguales porque todos venimos del mismo lugar y todos vamos al mismo lugar también.

Cada quien sabe en el fondo de su alma cual es su misión en esta vida, y en el caso de Jenner, su misión es esta. Es llegar a romper esquemas, tirar paredes, crear conmoción y en todo ese drama dejarle algo hermoso al planeta.

Quiero pensar que mi misión es algo parecido. Quiero gritar lo que pienso y lo que opino pero quiero gritar aún más fuerte sobre el derecho que tienen los demás a gritar y a ser plenamente lo que sea que quieran ser.

El día que eso pasé la misión colectiva se habrá cumplido. Pero falta mucho. Mientras unos por fin abren los brazos a quién realmente son y reciben todo el amor del mundo, hay muchos creyendo que tienen que vivir bajo el mismo esquema o pensar sólo de una forma; hay muchos que se catalogan y limitan por sus genes, desde su cuerpo hasta su forma de ser; hay más , créanme.

Somos ignorantes al medirnos por lo que vemos frente al espejo o lo que creemos que somos a través de los ojos de alguien más, y somos ignorantes por no buscar entender lo infinitos que somos, los límites que no tenemos y lo conectados que estamos.

Mi preocupación más grande es que pase esta generación y no aprendamos nada. Que pasemos y no dejemos algo importante a la siguiente. Que no seamos quienes estamos destinados a ser. Que nos cataloguemos a nosotros mismos y que creamos que todo esta dividido entre el bien y el mal. Mi preocupación más grande es que nos quedemos cortos.

Así que ahí esta mi parte. Hablemos de esto abiertamente, hablemos de todo lo que esta pasando; y sobre todo cuando hablemos, cuidemos nuestra palabras, busquemos profundidad y sobre todo seamos tolerantes. Seamos quienes estamos destinados a ser y dejemos a los demás serlo también.

It’s all about the love, baby. 

GUÍA PRÁCTICA PARA SOBREVIVIR PT. 2 La importancia de entender el valor que agregan las personas a tu vida.

Valora a cada persona que conozcas en el camino.

Cada palabra, cada historia, cada conversación y cada ser humano son parte del regalo que te da el camino y la vida. Valora a cada persona que abra cada centímetro de su corazón y de su mente al compartirte una parte e ellos a través de sus palabras o de su silencio.

Cada persona esta viviendo su propio y tormentoso camino y están viviendo una aventura que, al compartirla, crea un impacto que deja una estela en el camino de su vida y los vuelve inmortales en esta tierra. Todas las personas te pueden dejar un consejo o una lección. La única forma de trascender es compartiendo.

Agradezco a la vida por esas personas que me ha puesto en este preciso camino en los momentos en que más los he necesitado. Cada extraño que se ha vuelto un amigo y cada amigo que se ha vuelto familia en Asia o desde México ha significado para mi no sólo fuerza y paz sino convicción e inspiración.

Cada plática y momento que he tenido con alguien, se ha vuelto una parte determinante en mí y pudimos crear una conexión que de alguna manera nos une para siempre.

Han habido tantas personas en estos meses que no podría enumerar las lecciones y conversaciones que se tomaron el tiempo de dejarme. Pero hay una de todas estas personas que no quiero dejar de mencionar.

Se llama Ravi y es el encargado de cuidar la casa de voluntarios en Ambalangoda, Sri Lanka.

Ravi vino por mí a la estación de tren y rápidamente movió a todas las personas para abrirme paso después de un viaje de 6 horas con alrededor de 50 paradas. Traía una motoneta y se las ingenió para que mi maleta y yo cupiéramos seguras con él. Me dio un casco y me ayudó a abrocharmelo y empezó mi viaje por la playa del sur de Sri Lanka.

Cuando llegamos a la casa me enseñó el que sería mi cuarto por esa noche y se fue corriendo a la cocina a prepararme algo de desayunar.

Ravi a demás de cuidar la casa, es el cocinero y chofer. Su trabajo es llevar y recoger voluntarios, cocinar para ellos, abrir y cerrar cada vez que alguien llega, cuidarlos, resolverles, llevarlos y aguantarlos las 24 horas del día. Además, Ravi es papá de 6 hijas que viven con él en una casa atrás (mal construida y muy pequeña para ocho personas).

Ravi sabe hablar inglés pero, como a muchos, se le confunden las palabras y le cuesta expresarse en un idioma que no es el suyo. Cuando me llevó a los proyectos me enseñó cada tortuga y me explicó algo especial de ella, con todo y que le costaba traducir todo al inglés.

Después le pregunté que dónde estaba el super más cercano y me dijo que él me llevaba en la moto. Llegamos al super y me bajé y fue atrás de mí. Me acompañó en cada pasillo como guardaespaldas, me ayudó a guardar todo en bolsas y me regresó a la casa donde naturalmente me ofreció comida de nuevo.

(Cocina muy cabrón por cierto)

Mi tren del día siguiente salía a las 5 am. Le dije que iba a pedir mejor un taxi pero obviamente se negó y me dijo que él me iba a llevar y no tomó un no como respuesta. A las 5 de la mañana ahí estaba en la puerta esperándome con el casco en las manos.

Llegamos a la estación y estacionó la moto se bajó conmigo compró mi boleto y cuando me dieron el incorrecto regresó a pelearse con el señor de los tickets media hora para explicarle que mi tren era otro. Yo estaba muy apenada de que el pobre se había despertado a las 4 para llevarme al tren y todavía seguía ahí conmigo esperando; le dije que se fuera que yo esperaba el tren sola, pero no me dejó, me dijo “I wait. I wait” y ahí nos quedamos. Yo traía dos choco-milks (por atascada) y se me ocurrió ofrecerle uno mientras esperábamos. Lo tomó como si le hubiera dado una joya. Me dijo que tenía que ir a no se donde y se desapareció. Llegó a los 5 minutos con un paquete de dulces típicos de Sri Lanka para regalarme de despedida, ¡todo por el chocomilk que le di!

Cuando llegó el tren corrió a buscarme lugar, subió mi maleta y nos despedimos rápido por que el tren solo para 2 minutos por estación.

Probablemente nunca vuelva a ver a Ravi. Probablemente no hayamos tenido una conversación real. Probablemente él nunca va a saber lo agradecida que estoy con él porque, en este lugar tan nuevo y extraño para mí, saber que podía contar con él lo hizo todo más fácil. Probablemente él nunca sepa que yo estaba pasando por un momento difícil ese día. Probablemente no sepa que, sin mucho que decir, salvó mi cordura. Probablemente nunca sepa que me hizo sentir segura y querida.

No ha sido la conversación más profunda, espiritual o significativa que he tenido en este viaje, sin embargo, Ravi me dejó una lección muy valiosa: hay que darse a los demás. Sean quienes sean, vengan de donde vengan, ofrecer tu ayuda a alguien más ya sea por trabajo o por gusto, hace que conozcas una parte íntima de ellos. Abriendo tus puertas haces que estas personas que conoces en el camino abran las suyas y literalmente ves a través del alma de alguien.

Eso aprendí de Ravi y donde sea que lo lleve la vida estoy segura que va a estar muy bendecido y muy feliz. Tiene todo lo que necesita para vivir plenamente y no, no es una casa grande. Es una familia que lo ama, un corazón enorme y esa capacidad tan noble de ayudar a los demás de una forma mucho más profunda que material.

El ya dejó su estela marcada en mí. Él y muchas otras personas más. Y espero, yo en ellos.

La mexicana sinhala. Semana 1 del regreso al centro del universo.

Semana 1 en Sri Lanka.

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Dicen que cuando disfrutas algo el tiempo vuela; supongo que esta ha sido la mejor semana de mi vida!! Parece que fue ayer que aterricé en este aeropuerto que ya conozco tan bien. He pasado una semana en tierra sinhala y siento como que regresé a mi casa. Nunca me había sentido tan natural y cómoda en un lugar. Siento que voy flotando. Volver a ver todo con estos nuevos ojos que tengo después de dos años ha sido para mí despertar a esa persona que fui entonces y que soy ahora y combinarlas, mezclarme de colores y volver a empezar en este país que no me ha ofrecido nada más que amor y paz.

Se me había olvidado como marean las decenas de curvas de las carreteras, lo lento que es moverte en camión y lo caótico que es Kandy cuando los niños salen de la escuela. Se me había olvidado que el río esta sucio y que la gente quema la basura a las 6 de la tarde. Se me había olvidado que aquí también hay problemas reales y gente que necesita mucha ayuda.

Pero no se me olvidó lo verde de los árboles, los ojos enormes de los niños, o que hay un templo blanco en cada esquina. No se me olvidaron los colores de la bandera budista, ni los trajes naranjas que usan los monjes. No se me olvidó que todos te sonríen en la calle y que siempre hay alguien listo para ayudarte en su rústico inglés. No se me olvidaron los pasteles que venden en el restaurante blanco, ni mi platillo favorito que cuesta 10 pesos. No se me olvidó que amo tanto a este país, a esta cultura, a esta religión y a esta versión de mí tan contenta y tan tranquila.

Si tuviera que escoger un color para este país mi Sri Lanka sería amarillo. Porque es la nación dedicada en cuerpo y alma a la iluminación. Por que en todos sus colores el amarillo es la mezcla justa. Porque hay sol todos los días, en el cielo, en una persona, en un camino o en una historia.

Sri Lanka esta lleno de puestos de snacks, jugos de frutas que jamás había visto, el islam, el budismo, los hinduístas y cristianos conviviendo cara a cara; niños vestidos de blanco, tuk-tuks manejando como locos, camiones viejos, letras sinhala, monjes con paraguas caminando en la calle; bibliotecas budistas, tiendas de celulares, un mercado con ropa usada, mujeres caminando con prisa vestidas en saris; personas pidiendo dinero en la calle, super mercados, puestos de fruta; todo apretado y en movimiento, todo como un caos que te abraza, te absorbe y te hace sentir parte de algo grande.

Este país tiene todo y a la vez le falta mucho. Tiene la espiritualidad que nunca encontraríamos en el oeste pero le falta evolucionar su economía, ponerse en marcha de verdad. Pero lo que más impresiona es que funciona. Funciona bien; las personas son felices, no hay violencia como en otros países. La gente inspira confianza, se conocen entre ellos y se ayudan a bajar del camión o a cargar las bolsas. Es gente noble que tiene este increíble pedazo de tierra en medio del mar Índico y que hace lo que puede y no necesita más. No son ostentosos, materialistas o superficiales. Se impresionan con un celular nuevo pero no porque quieran tenerlo sino porque se impresionan también con una sonrisa, con una palabra, con un chocolate o con una cámara. Les gusta darle esa chispa a la vida.

Y en cuanto a los monjes imaginen esa inocencia del pueblo sinhala y multipliquen al infinito. Ellos son la base de la bondad y caridad que hay en esta cultura. Su trabajo es compartir generación tras generación la clave de todo: que lo importante es lo que hay adentro, que en eso es en lo que más hay que trabajar. Lo demás vendrá.

Ellos están, muchas veces, más alejados de la sociedad, pero eso solo los hace mejores; los hace honestos y los hace puros.

Cuando llegué a verlos lo  primero que hicieron después de que se nos pasaron los nervios fue empezar a traerme regalos. Llaveros, tarjetas, calendarios, fruta y hasta medicina para la gripa; siempre listos para darse a los demás. Se han vuelto ellos mis maestros y yo su alumna. Me enseñaron sinhala y a meditar como ellos. Cada segundo que he pasado con estos pequeños seres vivos han sido siglos de experiencia, de amor y de propósito. Cada segundo que tenga con ellos es para mí un regalo que me recuerda a qué vine a este planeta y lo bendecida que soy de estar donde estoy.

En ellos recae la gran responsabilidad de regresarle al universo el balance que tanto hemos perdido por hedonistas. El entregar tu vida a una causa tan noble, el no pedir nada a cambio, el estar feliz con lo que tienes, el aprender a dejar ir lo que ya no te pertenece, el entregarte a los demás sin preguntar nada, el buscar dentro de ti en un estado de paz y de alegría, el conocimiento de saber que nada es para siempre, el no necesitar poseer algo para disfrutarlo, el vivir en el presente; eso es lo que ellos representan; esa es la verdadera iluminación, ellos son la verdadera iluminación. Cada día de mi vida agradezco que se hayan puesto en mi camino.

Y de lo que me queda en Sri Lanka me quiero abrazar. Esta prueba de estar solo dos semanas y volver a dejarlo es porque la vida sabe lo importante que es para mí la lección de dejar ir. Porque dos semanas en el centro del universo son justo lo que mi espíritu necesitaba en este momento y porque vienen más historias que contar en otros lugares, pero siempre caminando con mi Sri Lanka y mis monjes en el corazón; y creando la intención de que a donde sea que vaya, un día, o en otra vida, voy a regresar a mi segunda casa, que tanto adoro.

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Este es Ramy mi guía y mi salvavidas. (Tiene un problema serio de narcisismo.)

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 Estas son unas flores rosas que me encontré en un templo.

IMG_1768Esta soy yo no pudiendo contener la risa y siendo regañada por mis monjes por no poder meditar seria.

IMG_1426Este es el dulce té de la casa de niñas de Wattegamma donde no se acordaban de mi nombre pero si que soy la sister from Mexico.

IMG_1980Este es mi reencuentro con Buddha en el shrine room de mis monjes. Tal y como lo esperaba, un encuentro feliz.

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              Rahula fue mi alumno más aplicado y me recibió con un inglés perfecto!! (El de atrás nunca quiere hablar inglés, él y yo tenemos algo que nos comunicamos a través de gruñidos, caras, sonrisas y luchitas de mano.)

Bendecida en todos los niveles posibles ❤

La no tan breve historia de la mexicana que huyó de Bali, encontró familia y trabajo en Singapur pero no siendo eso suficiente se va a ir antes a Sri Lanka a darse un buen baño de espiritualidad antes de ponerse en marcha en la ciudad del futuro.

sFullSizeRenderHace una semana y un día llegué a Singapur. Para todos los que no lo saben, Singapur es un país joven; tiene 50 años de ser fundado y esta en el sureste de Asia, al sur de Malasia. (No, no es China aunque parece que nuestros profesores eso nos hicieron creer en la escuela).

Viniendo de la rural naturaleza de Bali entrar a Singapur fue impresionante. Yo le llamo la ciudad del futuro. Es una ciudad-país que ha creado un nuevo concepto de multi culturismo tecnológico. Para que me entiendan es un Nueva York pero con espacios menos apretados, con orden, con un River  Walk como el de San Antonio y una isla convertida en un centro de atracciones con playa; sin las cantidades de homeless (¡he visto uno!),  sin basura, con un chingo más de chinos y de indios y donde es casi que ILEGAL la venta de chicles (por eso de los nacos que lo escupen al piso). Singapur es el paraíso de las compras y de la buena vida (y es bien pinche caro).

Me enamoré. Me enamoré porque es el país más seguro del mundo. Porque es una ciudad que camina a su propio ritmo y porque es una nación que ha encontrado en muy pocos años una mezcla de equilibrio y calidad de vida.

A donde vayas vas a ver edificios gigantes en formas diferentes. Playas limpias y bien planeadas. Camiones y rutas del metro que te llevan rápido y seguro a tu destino. Calles impecables y gente moderna. Eso es Singapur; práctico.

Tuve la fortuna de encontrar en Singapur no sólo un nuevo hogar sino gente llena de historias qué contar. Cada día aquí ha sido el título para un nuevo libro.

He conocido viajeros, hombres y mujeres, que llevan más de un año recorriendo el mundo con historias que prometo platicar después. He conocido a un grupo de mujeres mexicanas que han hecho de Singapur su casa y su misión. He conocido gente joven que, como yo, buscan su lugar en el mundo. Y he vuelto a encontrar a personas que jamás imaginé volver a ver. Singapur me dio una perspectiva global de mi camino. Me enseñó que allá afuera donde sea que vayamos hay siempre un paisano con los brazos abiertos para recibirte y protegerte porque somos de sangre rosa mexicano.

Singapur me ha enseñado a tomar decisiones sobre la marcha. A caminar sin dirección y encontrar cosas increíbles en el camino. Me ha enseñado que si quieres, las puertas se abren a tu paso, pero sólo si estás listo para ellas. Singapur me enseñó a que mis sueños son tan grandes como los de la persona de junto y que si un hombre por si sólo en la mitad de su vida construyó un país -perfecto-, todos tenemos que tener más de esa ambición corriendo por nuestras venas. Singapur me hizo recordar por qué amo tanto a México y por qué amo tanto estar en una ciudad.

Singapur, para mí, y para muchos, es la tierra de la oportunidad. Para mí, porque aquí, sin planearlo, encontré gente increíble que me abrió las puertas de su casa y de su vida.

Pero como siempre la vida me sigue poniendo nuevas preguntas enfrente y quiero encontrarlo todo. Me ha llevado a tantos lugares y cada día que pasa es literalmente una nueva aventura. El destino quiere que de un paso a la izquierda y retroceda un poco antes de seguir.

Estoy a unos días de regresar a la raíz de donde todo comenzó hace dos años y no podría estar más emocionada. Es hora de regresar a mi centro espiritual para que lo lujoso de esta ciudad no deslumbre el propósito al que vine a Asia. La vida me ha puesto en todo tipo de situaciones nuevas y por primera vez en 26 años, desde que llegué aquí, cada que llega algo nuevo simplemente abro los brazos y digo ¡bienvenido!

Digan que sí sin saber, digan que sí con los ojos cerrados, digan que sí tres o diez veces seguidas, porque cuando dices SÍ, cosas estúpidamente increíbles pasan.

Los abrazos.

Hoy di mi primer abrazo aquí. Mi primer abrazo desde hace 25 días. Hace 25 días me despedí de los abrazos. Me hacia tanta falta. Todavía me hacen tanta falta. Fue con una voluntaria inglesa que conocí aquí. Estaba sentada fumando afuera de la oficina y se acerco a mi y me platico como si lleváramos mucho tiempo de conocernos. Tenia una actitud a la cual yo le llamo ‘a la Taylor Swift’ simplemente adorable. De verdad no es sarcasmo.

Me trato muy bien y nos caímos bien en ese momento. De ahi hasta hoy cada que va a la oficina se sienta un rato a platicar conmigo. Me dice que planea para sus clases y criticamos la comida a veces. No puedo decir que la quiero porque ni siquiera me acuerdo de su nombre pero sin saber hoy que le dije sólo a ella y a ningún voluntario más, que era mi ultima noche en Bali me dijo esto merece un abrazo y me lo dio.

Sin saber me dio el abrazo que tanto necesitaba y que al mismo tiempo me hizo recordar todos los abrazos que me han dado en mi vida. ¡Cuantos abrazos! Cuantos años de abrazar a tantas personas y hasta hoy me doy cuenta de lo importante que era cada uno de esos momentos. De la importancia que merecen. De cuanto los extrañarían si no los pudieran dar todos los días. Yo hoy, no se cuando de mi proximo abrazo y me dan ganas de llorar. No se si va a ser en otros 25 días o en más.

Así que háganme un favor.

Que en el instante en el que puedan el día de hoy, a la hora que sea y de preferencia con alguien que quieran mucho (y que probablemente no se lo digan muy seguido), denle un abrazo muy muy fuerte y largo, apóyense en ellos y pásenles todo el amor que tengan. Háganlo por mi que tanto extraño los abrazos.
Y gracias por ese ultimo abrazo de hoy y por ese de hace 25 días y por todos esos que tanto me dieron antes de irme y por todos esos que tanto me han dado desde que nací. Gracias, aquí los traigo conmigo TODOS.

La mexicana en Bali. Semana 2.

IMG_0084  Ya que pude absorber todo el contexto Balines en mi primer semana, la segunda semana tuve la oportunidad de observar, pero hacia dentro. Pude separar uno por uno mis miedos y mis fortalezas. Ver las cosas que quiero y las que no.

Pude ver donde tengo mucho por trabajar mental y espiritualmente. Sentí que mi cuerpo me hablaba y me decía que necesitaba estirarse. Regresé a hacer yoga todos los días aunque fuera un ratito.

No me gusta decirlo porque suena raro pero estoy haciendo de mi nueva casa, mi casa. Estableciendo hábitos diarios para mantenerme tranquila.

Acostumbrarse a vivir en una casa en la que solo vas a vivir un mes para moverte a otra es complicado. Es como encariñarte con un cachorrito que sabes que tienes que dar en adopción. Pero yo ‘carpe diem’. Hoy esa es mi casa y es ahí donde me quedan dos semanas más.

Poco a poco he perdido el miedo a interactuar, a dejar a la gente nueva entrar. Estoy en una especie de ‘en medio’ donde por trabajo no puedo establecer relaciones con los voluntarios y a la vez las personas que trabajan como staff llevan mucho tiempo aquí y tienen su rutina, su vida y su forma de ser.

La primera semana todo esto me pesó mucho. Me siento muy sola, muy seguido. Pero a esto es a lo que me apunté y no hay de otra más que sacarle provecho. Hay una diferencia grande entre estar sola y sentirse sola, la estoy buscando.

He aprendido a sacar el lado bueno de la situación. A aprovechar pláticas fugaces con quien quiera acercarse y sobre todo a regalar sonrisas. Me comprometí a sonreír a todas y cada una de las personas, plantas y animales que vea en esta isla. Ese es el mensaje que quiero dejar.

Con cada día que pasa entiendo tanto y a la vez me pregunto mucho más. Me cuesta entender a esta civilización y su ‘modus operandi’ pero a la vez lo aplaudo y lo respeto. Viven tranquilos, se mantienen anclados a la tierra y no necesitan mucho. Se ríen mucho, son amables y serviciales.

He tenido la bendición de tener a dos personas muy cerca de mí que me han hecho sentir mejor sin saberlo, cuando más bajo he volado.

Ellas son mis compañeras de trabajo y casa y si la gente fuera más como ellas, el mundo tendría un chingo más de alegría. Se preocupan por mí, me sobrealimentan y se mantienen cerca aunque a veces la barrera del lenguaje sea grande. Encontramos nuestra propia forma de reír y de comunicarnos.

Todo es un libro que esta por escribirse; no se ha escrito hasta ahorita cuál es mi siguiente paso y por más que me pone muy nerviosa, preocuparme no soluciona nada. Quiero pensar que el universo se irá alineando conforme me toque vivir. Que a donde sea que vaya pueda encontrar a gente tan valiosa como estas niñas. Que yo sea capaz de seguir sonriendo hasta en los días más difíciles. Y que este donde este lleve conmigo el apoyo de tantas personas que me están acompañando en este viaje.

Son solo dos semanas aquí pero les juro que se siente como una vida de aprendizaje y reflexión. Estoy infinitamente agradecida de la fortuna de estar escribiendo esto desde Bali en este preciso momento.

Contemos nuestras bendiciones por más que parezcan pocas. Tenemos todo lo que necesitamos para ser felices, porque nos tenemos a nosotros mismos y con eso basta.

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IMG_0550 IMG_0536🙂