¿Les ha pasado en algún momento que sienten que no pueden respirar? ¿Que les falta aire y el corazón se empieza a acelerar? Bueno resulta que cuando tienes un bebé creciendo dentro de ti, es una de las características a las que más te tienes que acostumbrar. De alguna forma extraña respiro menos para que tu algún día respires más. Y no es un sacrificio, es un placer ser la casa y fábrica de una bebé que ya me urge conocer.
Pero fuera del embarazo, muchos otros sabemos lo que es perder ese aire, sentir como no podemos controlar nuestra respiración.
Imaginen ahora lo qué sintió Mara Fernanda Castilla cuando un hombre decidió que tenía el poder suficiente sobre su cuerpo y sobre su mundo, para decidir cuando le iba a faltar el aire a ella.
Le toma al cerebro decidir 7 segundos antes de avisarnos que ya tomó una decisión. Nos toma entonces alrededor de siete segundos saber distinguir por naturaleza y moral social lo que esta bien de lo que esta mal.
Siete segundos es lo que le toma a nuestro inconsciente conectar una idea al consciente y ponerla del lado de la balanza de la palomita, o del lado del tache.
Un hombre, el 8 de septiembre, decidió al terminar esos siete segundos que valdría la pena, en el momento, decidir ser la peor versión de sí mismo. La decisión que iba a cambiar su vida para siempre; la decisión que iba a terminar con la vida de alguien más, y que iba a afectar a miles de personas las cuales, seguramente, no le pasaron por la cabeza.
Como por ejemplo su propia pareja, sus papás y su familia, él tenía todo eso y más al momento de tomar esa decisión. Todos venimos de un lugar y de un par de seres humanos que nos crearon, ese hombre incluido.
Tanto Mara, como el chofer, en algún momento de sus vidas tuvieron una familia, una mamá, alguien que los amo con todo su corazón. Y aún así en 20 segundos decidió que los años de su vida y lo que sea que hubiese logrado hasta ese punto no era tan importante como lo que estaba apunto de hacer.
Sin embargo este hombre cuyo nombre no quiero recordar, ni mencionar, ni guardar en mi memoria, decidió en pocos segundos que valía la pena el ‘placer’ o el ‘impulso’ del momento a cambio de toda su dignidad humana.
Todos hemos crecido cerca de mujeres, y yo soy fiel creyente de que como hombre, lo que le haces a una mujer se lo haces a todas. Si, cuando un hombre viola, esta violando también la imagen de las mujeres que lo criaron, acompañaron o causaron cualquier impacto positivo en su vida.
¿Y Mara? No hubo error en sus acciones, no hubo faltas, fue una víctima en todo el sentido de la palabra. Mara pude haber sido yo hace dos años o ayer, o cualquiera de mis amigas en una noche de fiesta.
He escuchado en muchos lados, su único error fue ser mujer. Pues tampoco ese fue un error,; ser mujer en México y en donde sea es una bendición. Somos las portadoras de vida, el mundo simplemente no es, sin nosotras.
Hoy más que cualquier otro día de mis 28 años de vida, lo que le pasó a Mara y que nos pasó por consiguiente a todas, me ha dejado conmovida. Conmovida y encabronada.
Pero sobre todo vulnerable. Porque estoy cerca de recibir a una mujer más en el mundo, en mi país, en México, y me pregunto muchas cosas sobre cómo protegerla y educarla, sintiéndome extremadamente orgullosa y frágil por traer a una mujer más al mundo. El mundo necesita más mujeres.
Pero claro que me preocupa el mundo que le va a tocar. La constante paranoia colectiva, que yo vivo también, de estarme cuidando las espaldas, de portarme a la defensiva cuando alguien es demasiado amable, de no poder confiar en un taxista o un chofer de Uber y no por ser un hombre sino porque la calidad moral la puede perder cualquier hombre por 10 minutos de placer en un motel de paso como lo hizó él.
Puedo imaginármelo estacionado viendo hacia el asiento de atrás sin darse cuenta de lo frágil y valiosa que es una vida humana tanto la suya como de la niña que dormía en la parte de atrás de su coche y que nunca regresó a su casa, la cual ya estaba justo ahí fuera, a 10 pasos.
Me pregunto ¿qué mundo le puedo heredar a la siguiente generación y a mi propia sangre?¿Qué tipo de país tan increíble y hermoso, estresante y peligroso le estoy dejando a mi hija?¿Qué mamá va a tener? ¿Una que viva con miedo? ¿Una que no viva? ¿Qué hija quiero que sea y que ejemplo quiero ser?
Estoy harta de sentir una presión sobre mis hombros que hombres sin huevos no se atrevieron a poner sobre los suyos en 7 segundos al momento de decidir. Estoy harta de que ser mujer sea una causa y no un género. Estoy harta de ser juzgada por la ropa que uso o por mi forma de hablar. Estoy harta de que cosas como estas me quiten el sueño. Estoy harta de mirar a todos lados cada vez que me subo al coche. Estoy harta de recordar que dos hombres entraron a mi casa hace unos meses y no solo robaron cosas materiales, sino que robaron nuestra privacidad e intimidad. Estoy harta de que seamos nosotras las que tengamos que resolver un conflicto en el que no tuvimos nada que ver para empezar.
Me rehuso a imaginarme un futuro donde mi hija crea que es su culpa por ser mujer, o por ser mexicana, o por querer vivir.
Hoy respiro menos para que tu algún día respires más. Lo que hagamos hoy todas juntas por nuestro género y por nuestro futuro y el de nuestro país, es para que nuestras hijas puedan respirar en paz, sin que nada ni nadie les robe el aire.
Me uno al dolor, al coraje, a la impotencia y al amor que provoca la la pérdida de Mara y de todas las mujeres que han sido víctimas de la violencia en México. Hoy todas, somos una.
Quiero creer que hay más gente buena que mala, y que cualquier hombre, mujer, taxista o chofer, tiene todo, TODO, para mirar al asiento de atrás y tener empatía, y que al ver a otro ser humano vulnerable, tenga los huevos de alejarse y tomar, en siete segundos, una decisión que eleve su dignidad humana y no que la destruya.
Quiero respirar libre y en paz; me lo merezco, todas nos lo merecemos.