La mexicana sinhala. Semana 1 del regreso al centro del universo.

Semana 1 en Sri Lanka.

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Dicen que cuando disfrutas algo el tiempo vuela; supongo que esta ha sido la mejor semana de mi vida!! Parece que fue ayer que aterricé en este aeropuerto que ya conozco tan bien. He pasado una semana en tierra sinhala y siento como que regresé a mi casa. Nunca me había sentido tan natural y cómoda en un lugar. Siento que voy flotando. Volver a ver todo con estos nuevos ojos que tengo después de dos años ha sido para mí despertar a esa persona que fui entonces y que soy ahora y combinarlas, mezclarme de colores y volver a empezar en este país que no me ha ofrecido nada más que amor y paz.

Se me había olvidado como marean las decenas de curvas de las carreteras, lo lento que es moverte en camión y lo caótico que es Kandy cuando los niños salen de la escuela. Se me había olvidado que el río esta sucio y que la gente quema la basura a las 6 de la tarde. Se me había olvidado que aquí también hay problemas reales y gente que necesita mucha ayuda.

Pero no se me olvidó lo verde de los árboles, los ojos enormes de los niños, o que hay un templo blanco en cada esquina. No se me olvidaron los colores de la bandera budista, ni los trajes naranjas que usan los monjes. No se me olvidó que todos te sonríen en la calle y que siempre hay alguien listo para ayudarte en su rústico inglés. No se me olvidaron los pasteles que venden en el restaurante blanco, ni mi platillo favorito que cuesta 10 pesos. No se me olvidó que amo tanto a este país, a esta cultura, a esta religión y a esta versión de mí tan contenta y tan tranquila.

Si tuviera que escoger un color para este país mi Sri Lanka sería amarillo. Porque es la nación dedicada en cuerpo y alma a la iluminación. Por que en todos sus colores el amarillo es la mezcla justa. Porque hay sol todos los días, en el cielo, en una persona, en un camino o en una historia.

Sri Lanka esta lleno de puestos de snacks, jugos de frutas que jamás había visto, el islam, el budismo, los hinduístas y cristianos conviviendo cara a cara; niños vestidos de blanco, tuk-tuks manejando como locos, camiones viejos, letras sinhala, monjes con paraguas caminando en la calle; bibliotecas budistas, tiendas de celulares, un mercado con ropa usada, mujeres caminando con prisa vestidas en saris; personas pidiendo dinero en la calle, super mercados, puestos de fruta; todo apretado y en movimiento, todo como un caos que te abraza, te absorbe y te hace sentir parte de algo grande.

Este país tiene todo y a la vez le falta mucho. Tiene la espiritualidad que nunca encontraríamos en el oeste pero le falta evolucionar su economía, ponerse en marcha de verdad. Pero lo que más impresiona es que funciona. Funciona bien; las personas son felices, no hay violencia como en otros países. La gente inspira confianza, se conocen entre ellos y se ayudan a bajar del camión o a cargar las bolsas. Es gente noble que tiene este increíble pedazo de tierra en medio del mar Índico y que hace lo que puede y no necesita más. No son ostentosos, materialistas o superficiales. Se impresionan con un celular nuevo pero no porque quieran tenerlo sino porque se impresionan también con una sonrisa, con una palabra, con un chocolate o con una cámara. Les gusta darle esa chispa a la vida.

Y en cuanto a los monjes imaginen esa inocencia del pueblo sinhala y multipliquen al infinito. Ellos son la base de la bondad y caridad que hay en esta cultura. Su trabajo es compartir generación tras generación la clave de todo: que lo importante es lo que hay adentro, que en eso es en lo que más hay que trabajar. Lo demás vendrá.

Ellos están, muchas veces, más alejados de la sociedad, pero eso solo los hace mejores; los hace honestos y los hace puros.

Cuando llegué a verlos lo  primero que hicieron después de que se nos pasaron los nervios fue empezar a traerme regalos. Llaveros, tarjetas, calendarios, fruta y hasta medicina para la gripa; siempre listos para darse a los demás. Se han vuelto ellos mis maestros y yo su alumna. Me enseñaron sinhala y a meditar como ellos. Cada segundo que he pasado con estos pequeños seres vivos han sido siglos de experiencia, de amor y de propósito. Cada segundo que tenga con ellos es para mí un regalo que me recuerda a qué vine a este planeta y lo bendecida que soy de estar donde estoy.

En ellos recae la gran responsabilidad de regresarle al universo el balance que tanto hemos perdido por hedonistas. El entregar tu vida a una causa tan noble, el no pedir nada a cambio, el estar feliz con lo que tienes, el aprender a dejar ir lo que ya no te pertenece, el entregarte a los demás sin preguntar nada, el buscar dentro de ti en un estado de paz y de alegría, el conocimiento de saber que nada es para siempre, el no necesitar poseer algo para disfrutarlo, el vivir en el presente; eso es lo que ellos representan; esa es la verdadera iluminación, ellos son la verdadera iluminación. Cada día de mi vida agradezco que se hayan puesto en mi camino.

Y de lo que me queda en Sri Lanka me quiero abrazar. Esta prueba de estar solo dos semanas y volver a dejarlo es porque la vida sabe lo importante que es para mí la lección de dejar ir. Porque dos semanas en el centro del universo son justo lo que mi espíritu necesitaba en este momento y porque vienen más historias que contar en otros lugares, pero siempre caminando con mi Sri Lanka y mis monjes en el corazón; y creando la intención de que a donde sea que vaya, un día, o en otra vida, voy a regresar a mi segunda casa, que tanto adoro.

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Este es Ramy mi guía y mi salvavidas. (Tiene un problema serio de narcisismo.)

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 Estas son unas flores rosas que me encontré en un templo.

IMG_1768Esta soy yo no pudiendo contener la risa y siendo regañada por mis monjes por no poder meditar seria.

IMG_1426Este es el dulce té de la casa de niñas de Wattegamma donde no se acordaban de mi nombre pero si que soy la sister from Mexico.

IMG_1980Este es mi reencuentro con Buddha en el shrine room de mis monjes. Tal y como lo esperaba, un encuentro feliz.

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              Rahula fue mi alumno más aplicado y me recibió con un inglés perfecto!! (El de atrás nunca quiere hablar inglés, él y yo tenemos algo que nos comunicamos a través de gruñidos, caras, sonrisas y luchitas de mano.)

Bendecida en todos los niveles posibles ❤

La no tan breve historia de la mexicana que huyó de Bali, encontró familia y trabajo en Singapur pero no siendo eso suficiente se va a ir antes a Sri Lanka a darse un buen baño de espiritualidad antes de ponerse en marcha en la ciudad del futuro.

sFullSizeRenderHace una semana y un día llegué a Singapur. Para todos los que no lo saben, Singapur es un país joven; tiene 50 años de ser fundado y esta en el sureste de Asia, al sur de Malasia. (No, no es China aunque parece que nuestros profesores eso nos hicieron creer en la escuela).

Viniendo de la rural naturaleza de Bali entrar a Singapur fue impresionante. Yo le llamo la ciudad del futuro. Es una ciudad-país que ha creado un nuevo concepto de multi culturismo tecnológico. Para que me entiendan es un Nueva York pero con espacios menos apretados, con orden, con un River  Walk como el de San Antonio y una isla convertida en un centro de atracciones con playa; sin las cantidades de homeless (¡he visto uno!),  sin basura, con un chingo más de chinos y de indios y donde es casi que ILEGAL la venta de chicles (por eso de los nacos que lo escupen al piso). Singapur es el paraíso de las compras y de la buena vida (y es bien pinche caro).

Me enamoré. Me enamoré porque es el país más seguro del mundo. Porque es una ciudad que camina a su propio ritmo y porque es una nación que ha encontrado en muy pocos años una mezcla de equilibrio y calidad de vida.

A donde vayas vas a ver edificios gigantes en formas diferentes. Playas limpias y bien planeadas. Camiones y rutas del metro que te llevan rápido y seguro a tu destino. Calles impecables y gente moderna. Eso es Singapur; práctico.

Tuve la fortuna de encontrar en Singapur no sólo un nuevo hogar sino gente llena de historias qué contar. Cada día aquí ha sido el título para un nuevo libro.

He conocido viajeros, hombres y mujeres, que llevan más de un año recorriendo el mundo con historias que prometo platicar después. He conocido a un grupo de mujeres mexicanas que han hecho de Singapur su casa y su misión. He conocido gente joven que, como yo, buscan su lugar en el mundo. Y he vuelto a encontrar a personas que jamás imaginé volver a ver. Singapur me dio una perspectiva global de mi camino. Me enseñó que allá afuera donde sea que vayamos hay siempre un paisano con los brazos abiertos para recibirte y protegerte porque somos de sangre rosa mexicano.

Singapur me ha enseñado a tomar decisiones sobre la marcha. A caminar sin dirección y encontrar cosas increíbles en el camino. Me ha enseñado que si quieres, las puertas se abren a tu paso, pero sólo si estás listo para ellas. Singapur me enseñó a que mis sueños son tan grandes como los de la persona de junto y que si un hombre por si sólo en la mitad de su vida construyó un país -perfecto-, todos tenemos que tener más de esa ambición corriendo por nuestras venas. Singapur me hizo recordar por qué amo tanto a México y por qué amo tanto estar en una ciudad.

Singapur, para mí, y para muchos, es la tierra de la oportunidad. Para mí, porque aquí, sin planearlo, encontré gente increíble que me abrió las puertas de su casa y de su vida.

Pero como siempre la vida me sigue poniendo nuevas preguntas enfrente y quiero encontrarlo todo. Me ha llevado a tantos lugares y cada día que pasa es literalmente una nueva aventura. El destino quiere que de un paso a la izquierda y retroceda un poco antes de seguir.

Estoy a unos días de regresar a la raíz de donde todo comenzó hace dos años y no podría estar más emocionada. Es hora de regresar a mi centro espiritual para que lo lujoso de esta ciudad no deslumbre el propósito al que vine a Asia. La vida me ha puesto en todo tipo de situaciones nuevas y por primera vez en 26 años, desde que llegué aquí, cada que llega algo nuevo simplemente abro los brazos y digo ¡bienvenido!

Digan que sí sin saber, digan que sí con los ojos cerrados, digan que sí tres o diez veces seguidas, porque cuando dices SÍ, cosas estúpidamente increíbles pasan.

Los abrazos.

Hoy di mi primer abrazo aquí. Mi primer abrazo desde hace 25 días. Hace 25 días me despedí de los abrazos. Me hacia tanta falta. Todavía me hacen tanta falta. Fue con una voluntaria inglesa que conocí aquí. Estaba sentada fumando afuera de la oficina y se acerco a mi y me platico como si lleváramos mucho tiempo de conocernos. Tenia una actitud a la cual yo le llamo ‘a la Taylor Swift’ simplemente adorable. De verdad no es sarcasmo.

Me trato muy bien y nos caímos bien en ese momento. De ahi hasta hoy cada que va a la oficina se sienta un rato a platicar conmigo. Me dice que planea para sus clases y criticamos la comida a veces. No puedo decir que la quiero porque ni siquiera me acuerdo de su nombre pero sin saber hoy que le dije sólo a ella y a ningún voluntario más, que era mi ultima noche en Bali me dijo esto merece un abrazo y me lo dio.

Sin saber me dio el abrazo que tanto necesitaba y que al mismo tiempo me hizo recordar todos los abrazos que me han dado en mi vida. ¡Cuantos abrazos! Cuantos años de abrazar a tantas personas y hasta hoy me doy cuenta de lo importante que era cada uno de esos momentos. De la importancia que merecen. De cuanto los extrañarían si no los pudieran dar todos los días. Yo hoy, no se cuando de mi proximo abrazo y me dan ganas de llorar. No se si va a ser en otros 25 días o en más.

Así que háganme un favor.

Que en el instante en el que puedan el día de hoy, a la hora que sea y de preferencia con alguien que quieran mucho (y que probablemente no se lo digan muy seguido), denle un abrazo muy muy fuerte y largo, apóyense en ellos y pásenles todo el amor que tengan. Háganlo por mi que tanto extraño los abrazos.
Y gracias por ese ultimo abrazo de hoy y por ese de hace 25 días y por todos esos que tanto me dieron antes de irme y por todos esos que tanto me han dado desde que nací. Gracias, aquí los traigo conmigo TODOS.

La mexicana en Bali. Semana 2.

IMG_0084  Ya que pude absorber todo el contexto Balines en mi primer semana, la segunda semana tuve la oportunidad de observar, pero hacia dentro. Pude separar uno por uno mis miedos y mis fortalezas. Ver las cosas que quiero y las que no.

Pude ver donde tengo mucho por trabajar mental y espiritualmente. Sentí que mi cuerpo me hablaba y me decía que necesitaba estirarse. Regresé a hacer yoga todos los días aunque fuera un ratito.

No me gusta decirlo porque suena raro pero estoy haciendo de mi nueva casa, mi casa. Estableciendo hábitos diarios para mantenerme tranquila.

Acostumbrarse a vivir en una casa en la que solo vas a vivir un mes para moverte a otra es complicado. Es como encariñarte con un cachorrito que sabes que tienes que dar en adopción. Pero yo ‘carpe diem’. Hoy esa es mi casa y es ahí donde me quedan dos semanas más.

Poco a poco he perdido el miedo a interactuar, a dejar a la gente nueva entrar. Estoy en una especie de ‘en medio’ donde por trabajo no puedo establecer relaciones con los voluntarios y a la vez las personas que trabajan como staff llevan mucho tiempo aquí y tienen su rutina, su vida y su forma de ser.

La primera semana todo esto me pesó mucho. Me siento muy sola, muy seguido. Pero a esto es a lo que me apunté y no hay de otra más que sacarle provecho. Hay una diferencia grande entre estar sola y sentirse sola, la estoy buscando.

He aprendido a sacar el lado bueno de la situación. A aprovechar pláticas fugaces con quien quiera acercarse y sobre todo a regalar sonrisas. Me comprometí a sonreír a todas y cada una de las personas, plantas y animales que vea en esta isla. Ese es el mensaje que quiero dejar.

Con cada día que pasa entiendo tanto y a la vez me pregunto mucho más. Me cuesta entender a esta civilización y su ‘modus operandi’ pero a la vez lo aplaudo y lo respeto. Viven tranquilos, se mantienen anclados a la tierra y no necesitan mucho. Se ríen mucho, son amables y serviciales.

He tenido la bendición de tener a dos personas muy cerca de mí que me han hecho sentir mejor sin saberlo, cuando más bajo he volado.

Ellas son mis compañeras de trabajo y casa y si la gente fuera más como ellas, el mundo tendría un chingo más de alegría. Se preocupan por mí, me sobrealimentan y se mantienen cerca aunque a veces la barrera del lenguaje sea grande. Encontramos nuestra propia forma de reír y de comunicarnos.

Todo es un libro que esta por escribirse; no se ha escrito hasta ahorita cuál es mi siguiente paso y por más que me pone muy nerviosa, preocuparme no soluciona nada. Quiero pensar que el universo se irá alineando conforme me toque vivir. Que a donde sea que vaya pueda encontrar a gente tan valiosa como estas niñas. Que yo sea capaz de seguir sonriendo hasta en los días más difíciles. Y que este donde este lleve conmigo el apoyo de tantas personas que me están acompañando en este viaje.

Son solo dos semanas aquí pero les juro que se siente como una vida de aprendizaje y reflexión. Estoy infinitamente agradecida de la fortuna de estar escribiendo esto desde Bali en este preciso momento.

Contemos nuestras bendiciones por más que parezcan pocas. Tenemos todo lo que necesitamos para ser felices, porque nos tenemos a nosotros mismos y con eso basta.

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IMG_0550 IMG_0536🙂