Los dos últimos años han llegado a mi dos bendiciones muy grandes disfrazadas en dos formas, la de un hombre y la de un libro.
Estas bendiciones llegaron a enseñarme mucho sobre el amor y las relaciones, que son un verdadero arte.
Este libro me salvó de perder la cabeza y soy testigo de cómo ha influido en las vidas de personas muy cercanas a mi.
Se llama “La Maestría del Amor” del autor Don Miguel Ruiz (que si no ubican, también escribió Los Cuatro Acuerdos; otro libro salva- vidas).
Este libro tiene la peculiaridad de que desde la primera hoja básicamente te dice que el amor de un perro hacia su dueño debería ser ejemplo del amor entre humanos. (Si, algo así como cuando llegas a tu casa y tu perro siempre te va a hacer fiestas, va a mover la cola y te va a amar sin condiciones).
Viniendo de una familia medio feminista, medio controladora y medio muy dominante lo primero que hice fue sentirme ofendida por las palabras de este señor; pero no me costó muchas páginas darme cuenta de cuanta razón tiene.
Nos enseñan desde niños que tenemos que jugar juegos cuando se trata del amor y las relaciones. Como no responder un mensaje hasta que pasen dos horas, no decir te amo primero y hacer como que no estamos interesados. Todo esto para no permitir que la otra persona vea lo que en realidad sentimos por ellos.
Este libro habla de una clase de amor más puro; en el cuál, cuando decides amar a una persona (con todas sus cualidades y defectos) y sobre todo te dejas a ti mismo sentir el amor tal y como es, las relaciones dejan de ser trágicas y melodramáticas y se vuelven una experiencia completamente espiritual y trascendente.
Cuando amamos a alguien y tenemos dudas sobre nosotros es cuando vienen las inseguridades, los celos, los rencores y las expectativas. Cuando nos amamos plenamente y estamos conscientes de todo el amor que estamos listos para dar, ahí es cuando vivimos el amor verdadero.
Estas son algunas cosas que aprendí de este gran libro que se ha vuelto mi mantra.
- Los miedos
El principal problema en las relaciones es el miedo a todo. Tenemos miedo a ser nosotros mismos, tenemos miedo a que nos fallen porque alguien más ya nos falló, tenemos miedo a entregarnos por completo, tenemos miedo a perder a alguien, tenemos miedo a que nos sean infieles, tenemos miedo a que nos queden mal; no queremos decepcionar ni que nos decepcionen; vivimos del miedo y no de la vida. Si tuvieran una relación completamente libre de cualquier miedo, ¿qué tan felices serían? Cierren los ojos e imaginen esa relación.
- Las expectativas
Creemos que la persona de la que nos enamoramos puede darnos más entonces le ponemos cada vez la barra más alta y le exigimos que llene espacios que nosotros no podemos llenar. Esperamos que esa persona sea tal y como la imaginamos en nuestra cabeza, o como nuestra familia o la sociedad nos dice y no como la persona que es. Cuando te enamoras, te enamoras de esa persona exactamente como es, cuando la quieres cambiar o esperas algo más que amor puro de esa persona es cuando ya no ves la realidad, sino ves tus frustraciones e ideas reflejadas en el otro.
- Ser tu mismo.
La clave de una relación es aceptarte como eres, aceptar el tipo de persona que estas buscando y que esa persona te acepte por lo que vales, por lo que crees y por lo que piensas.
Si mentimos por quedar bien con alguien ya no estamos siendo auténticos.
- Enfócate en tus acciones.
Perderíamos mucho menos tiempo si nos concentramos en que nuestras acciones sean con amor y con respeto hacia el otro y despreocupados por lo que el otro haga o no haga. Estamos tan al pendiente de las acciones de los demás que nos olvidamos de las nuestras.
- Todo está en ti.
Todos tenemos complejos, fantasmas y mucho que resolver de nuestro pasado, y el hecho de que esto nos persiga no implica que tenemos que hacer que la otra persona la pase mal. No podemos echarle el peso al otro, de los asuntos que tenemos que resolver en nuestras vidas.
Estemos con quien estemos si no somos felices solos nunca vamos a ser felices con alguien más. Nuestra felicidad y paz depende solo de nosotros y si le intentamos pasar la tarea a nuestra pareja solo nos va a traer decepciones porque nadie se puede meter adentro de tu cabeza. La felicidad va de adentro hacia fuera; lo que sigue es compartir esa felicidad con otra persona que ya tenga la suya propia. Compartir no significa complementar; completos ya estamos individualmente.
- Dejar ir la necesidad de control.
A veces creemos que la única forma en que las cosas van a salir bien es si estamos en absoluto control de la situación. Es muy egoísta pensar que podemos ejercer control sobre otra persona, cada quien tiene derecho a ser libre y vivir en plenitud y controlar es no aceptar las decisiones y la libertad de nuestra pareja y es moldearlos a lo que nosotros creemos querer.
- Ir en la misma dirección.
Creo que a estas alturas todos sabemos perfectamente cuales son las relaciones que no funcionan porque ya tenemos una personalidad, un carácter y una ideología por lo que es hay que buscar a alguien que tenga sincronía con nuestras opiniones, valores emocionales físicos, económicos y sobre todo espirituales.
- Abrir los ojos.
Aunque a veces perdemos contacto con ella por vivir en la sociedad en la que vivimos, la intuición es un foquito dentro de nosotros que siempre nos está diciendo si estamos haciendo algo bien o mal; si usamos de ese lado tan instintivo y natural sabebremos distinguir lo que es y lo que no es.
- Saber perdonar y seguir.
Todos, absolutamente todos, a lo largo de nuestras vidas estamos en un proceso de aprendizaje, tengamos 20 o 90 años, cometemos errores muchas veces, el chiste es saber aceptarlos y aprender a seguir. Así como nosotros los aceptamos también es importante aceptar que los demás no son perfectos; que hay mucho que aprender y mientras se tenga la intención de aprender y madurar, perdonar es un acto de amor incondicional.
- No pasa nada.
Si hoy perdieras al amor de tu vida por cualquier razón, es importante darnos cuenta que no pasa nada. La vida sigue y nos vamos a recuperar; al desprendernos de esa “necesidad” de tener a alguien con nosotros, solo a partir de ese momento, podemos crear relaciones profundas.
- Ser libres
El amor solo se puede vivir plenamente en un estado de completa libertad. Tenemos que aprender a separar nuestro mundo del de los demás y llegar a un punto medio. Si nos volvemos absorbentes, reducimos nuestra vida entera a la presencia de otra persona y no nos damos cuenta de todas las posibilidades y personas que conforman nuestro universo.
- La relación perfecta
No existe. Nosotros al decir que si y entrar a una relación tenemos que ser conscientes de que el otro no va a llenar nuestros espacios vacíos; no nos va a “complementar” y no va a ser el príncipe azul que tanto nos metió Disney en la cabeza. No hay hombre ni mujer perfecta; hay personas que se encuentran, que se entienden, que se apoyan, que se aman y que deciden estar juntas. Hay muchos obstáculos y retos que derribar en el camino; pero si es el camino que quieren seguir, vale la pena la chinga.
Y para terminar con esta idea del “amor de perro”, cuando estuve en Sri Lanka uno de mis monjes me dijo que quería hacer méritos para que en su próxima vida yo fuera su mamá, su esposa o su hermana. Suena raro, pero si lo analizamos este es el amor más puro de todos, en el que queremos tanto a alguien que no se trata del papel que tenga en nuestras vidas sino que sea parte de nosotros a donde sea que vayamos.
“Permite que cada acción, cada reacción, cada pensamiento y cada emoción se fundamente en el amor” – Dr. Miguel Ruiz