Vacas sagradas, el tercer ojo, lentejas, el Ganges; yoga, gurus y espiritualidad. Mi primera semana en la increíble India.

IMG_3252Hoy, hace una semana estaba despidiéndome de Singapur en un café en una calle árabe, disfrutando de la tranquilidad, en una banqueta limpia y comiendo una tarta de nutella excesivamente cara, viendo las miles de luces de los altos edificios y respirando la tan familiar humedad del pequeño país. Hoy escribo esto desde un piso de azulejos con colchones de colores y una mesita baja de madera vieja, en un café que tiene arcos abiertos con vista al río azul turquesa y a un puente donde cruzan los domingos todos los locales que vienen a visitar esta ciudad sagrada. Estoy, esta vez, tomando una malteada de chocolate por la que tuve que esperar una hora porque el hielo del único mercado que hay cerca se acabó. Vuelan decenas de moscas a mi alrededor y escucho a lo lejos los gritos y risas de las personas bañándose con ropa en el río. Me tomo un momento para absorberlo todo, todo mi entorno, todas las caras, todos los olores y los sabores, el caluroso y seco clima, la energía que se respira, y veo hacia las montañas mientras dejo cada partícula de aire salir de mis pulmones. Sonrío. Si hay algo cercano a la completa dicha, Rishikesh, mi casa por el siguiente mes, es el lugar para encontrarla.

Estoy al norte de la India muy cerca de la frontera con Nepal. El estado se llama Uttakharand y este pequeño paraíso de montañas es su centro espiritual. Donde encuentras gurus caminando por las calles con turbantes y un tercer ojo pintado en el centro de sus cejas. Donde hay más vacas que perros y son libres y alimentadas por los locales. Donde por cada cuadra hay 5 estudios de yoga y dos templos. Donde las calles siempre están inundadas pero no es temporada de lluvias, donde venden los mantos de Ganesh más coloridos que jamás he visto; donde hay un viejito que te cobra por ponerte decoraciones brillantes en donde va el tercer ojo. Donde hay tantas personas en busca de conectarse con algo superior a sus cuerpos y a sus mentes. Donde se respira una gruesa neblina de historia, amor y profundidad.

Llegué a Rishikesh después de 5 horas de un camino nocturno, agitado y largo. Una llanta ponchada, una perdida en las montañas y muchas paradas técnicas del chofer, llegamos a nuestra casa por el próximo mes, a las 5 de la mañana.

¿Saben lo que pasa cuando no esperas nada de algo nuevo? Pasa todo. Llegué aquí sin una sola expectativa de lo que me esperaba y he encontrado no sólo sorpresas, sino magia. Estoy en una escuela con personas increíbles que están aquí para ser maestros de yoga, pero también están aquí porque están buscando su lugar en el mundo, porque saben que es importante ir hacia adentro antes de entregarse a los demás. También he tenido la bendición de tener a los maestros que nos guiarán el siguiente mes que son personas entregadas, puras, divertidas y sobre todo que aman enseñar; cada maestro está listo para marcar nuestras vidas y darnos la mano en este nuevo camino. Todos, alumnos y maestros, están, como yo, en esta intensa y profunda búsqueda de ser una herramienta para hacer el universo un mejor lugar. Hacemos yoga, respiramos, meditamos, aprendemos y así, nuevos y expertos, mejoramos al mundo, una respiración a la vez.

Hay tanto que absorber en el aire y en los salones, que cada pedazo nuevo de información se acumula en un estante mental lleno de ideas, mantras, clases e historias. Todos los días empiezo el día con una clase de yoga que me hace despertar al mismo tiempo que me relaja y regenera mi cuerpo y mi mente. Luego siguen una serie de clases donde aprendemos sobre filosofía, mantras, pranayama (respiración), terapia de yoga, anatomía y por la tarde, las intensas clases de Vinyasa o como yo le digo: Yogi Boot Camp. Comemos tres deliciosas veces al día la comida más rica y con más sabor que jamás he probado y nos conocemos; platicamos, salimos a caminar, tomamos té de jengibre o jugos verdes ayurvédicos y compartimos lo que somos y sobre todo lo que queremos ser. Me he nutrido de las vidas y las historias de otras personas, su forma tan peculiar de ver al mundo , su forma de amar, de sentir pasión por el yoga y por quienes son, las lecciones que me dan con solo platicarme sus miedos y sus más profundos deseos. Y al mismo tiempo siento como yo me entrego completamente al momento. No digo que no a nada y aprovecho cada segundo para hacer a otros sonreír o ayudarles a encontrar, a través de mis palabras, propósito. Me siento cómoda, relajada y alegre, me siento exactamente como la persona que quiero ser.

Me siento cerca, muy cerca de mí, de esa yo que tanto estoy buscando a donde voy.

Sólo ha sido una semana en este lugar bendito y hay tanto más del otro lado que este es solo el principio de un gran y largo camino hacia adentro. Esta primera semana tuve la oportunidad de ver que somos tan capaces de expandirnos y amar y ser quienes queramos ser, como queramos. No hay límites, no hay estereotipos, no hay juicios, solo hay un grupo de humanos que cometemos errores, que estamos aprendiendo y que nos caemos y nos volvemos a levantar. Que soñamos con el día en que podamos convertirnos en un equipo y mejorar al planeta. Que estamos en busca de algo y que las personas que conocemos en el viaje de la vida, son pequeñas claves fundamentales que nos guían en el camino.

Y sobre todo aprendí que la respuesta siempre estuvo adentro. Que ahí sigue y ahí se va a quedar, que nosotros somos la puerta pero también somos la llave para abrirla. Y que todo, absolutamente todo, al final, es amor.

Gracias India ❤

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Les comparto algo que llegó a mi, estando aquí, dudando todo, para recordarme que vamos bien y vamos hacia adelante.

“If you could go into a meditation room close up your ears , sit down, center, go in, in, in, in,  keep going back in; don’t linger to smell the pretty sunflower, don’t linger to hold on to the ecstasy of bliss, keep going in behind the senses, behind your thoughts, and if you can go back far enough you will see everything you’ve identified with ‘Him’. You will see your own personality, your own body, your own life drama, it’s very awesome. The point is we have gone out and out and we have sought and found much, but it hasn’t been enough! Now by merely turning the process inward you go in and in and in, until you come to the place where Gurus sit.

La no tan resumida historia de la mexicana que se prepara para su siguiente parada.

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Estoy de regreso en el lugar donde esta segunda parte del viaje empezó. De alguna forma me hace sentir especial venir en mi última noche en Singapur al lugar donde pasé la primera. Este edificio en la esquina de una calle que se llama Arab St. en el centro de la ciudad. El lugar donde decidí que éste era el país donde quería estar. Llevo 38 días en Singapur (con una pequeña y hermosa interrupción Sinhala) y cada vez que me subo al camión de día o noche y veo esta ciudad, me vuelve a enamorar. Esta ciudad tan adelantada, tan global, tan única y tan bien planeada. Me siento en movimiento en Singapur, en cada paso y también cuando me detengo; Singapur es movimiento.

No hay palabras para describir la fortuna que tengo de haber encontrado a las personas que me tocó conocer en Singapur. Encontré personas profundas, inteligentes, fuertes, generosas y amables que me abrieron las puertas de su casa y de su vida. Recibí apoyo, consejos, pláticas, paseos, felicidad y amor a través de un grupo de mexicanos que sin saber mi nombre ya estaba estirando la mano para ayudarme.

Singapur ha sido tan especial hasta en el mínimo detalle. Cada momento, rayo de sol, camino, y persona han sido lustros y lustros de sentido y de inspiración. Singapur se volvió, en un mes, mi safe zone y mi happy place.

Pero mi mente y mi cuerpo siguen en movimiento. Hay algo dentro de mí que me dicta los pasos que siguen y que, sin tener tiempo o espacio de racionalización, toma decisiones por mi. Me dice que hay que seguir, que aún no es momento de detenerme. Que hay algo más, allá afuera.

Bali fue un mes muy difícil para mí. Me encontré sola y perdida y tuve que ver pasar muchas tormentas para poder ir encontrando claridad. Pero fue en Bali, hace dos meses, que llegó a mi una oportunidad que hasta la fecha me ha mantenido enfocada e inspirada. Ir a la India, al lugar donde, para mí, todo empezó.

Ahora que Singapur me ha dado perspectiva y practicidad me voy a India a ponerme a prueba. Una prueba física, mental y espiritual donde durante un mes voy a llevarme a los límites que ni yo conozco que tengo. 32 días completos para ir hacia adentro y acomodar todo lo que todavía esta desarmado. Tomar las imperfectas piezas de mi vida y abrazarlas con todas las fuerzas que tengo.

Me voy a una escuela a estudiar sobre yoga y meditación y a ponerme una serie de retos; superar algunos miedos y sobre todo de encontrar adentro, lo que no he podido obtener de afuera. A conectarme conmigo y así, con los demás.

Hoy les puedo decir que este paso es, sin duda alguna, el paso más difícil que he dado en mi vida.

Nunca me había sentido tan nerviosa, tan vulnerable, tan indefensa  y sin tener una puta idea de lo que va a pasar. Pero al mismo tiempo nunca me había sentido tan motivada, tan lista, tan conectada y tan inspirada a hacer este viajesote. Ahora sé que todo está y siempre estará donde tiene que estar. 26 años me llevaron a este preciso momento. A estas palabras.

Por algún motivo siempre he sabido que tengo que ir a India, como si antes ya hubiera estado ahí y tengo que regresar. Cierro los ojos y lo veo como si ya hubiera caminado esas calles, como si fuera parte de mi camino, mucho antes de que naciera.

La idea de ir a un país tan lastimado y al mismo tiempo donde nació todo en lo que creo, hace que me sienta parte de él, que sienta que los dos estamos rotos en los mismos lugares;  que los dos unimos nuestras cicatrices y seguimos avanzando. India, por más peligroso, grande, pobre y lastimado que esté, es y siempre ha sido, mi sueño; y hoy, después de 26 años todos los caminos que he tomado por fin me llevan ahí. 

Tengo mucho miedo, pero tengo más ganas.

Que venga lo que venga, que pase lo que pase, que aprenda lo que aprenda, que sea lo que sea, estoy lista; quiero dar mi primer gran paso. Que esta es mi meta y mi recompensa y mi momento y mi lección más grande; que aquí es donde culmina todo lo que he construido y destruido en el camino. 

Acompañenme en esta nueva aventurota.

India, allá vamos.

Valiente.